domingo, 29 de junio de 2008

Tupper-sex


El jueves pasado estuve en una de esas reuniones de mujeres que reivindican su libertad sexual comprando variados productos eróticos que se supone mejorarán sus relaciones íntimas. Para los que no conozcan el tema, se llaman “Tupper-sex” y el encuentro consiste en reunir a tus amigas en una casa para que una “experta” en sexo te venda su género. O lo que es lo mismo, un sexshop a domicilio.

La propuesta está bien para pasar un rato divertido con las amigas. Lástima que yo no conociese a casi nadie y, la verdad, no me pareció muy apropiado ponerme a comentar mis quehaceres sexuales con 20 desconocidas.

La pena es que no pude quedarme a la parte interesante del asunto, en la que imagino que se mostrarían objetos sexuales para autosatisfacer/complementar las necesidades de cada uno. La Roja me esperaba y mi madre me había preparado ensaladilla para merendarnos a los rusos, así que tuve que marcharme.

De la horita en que estuve en el cotarro, me enteré (ignorante de mi) de una cosa muy muy guay. Resulta que hay una movida que te la pones en el cuerpo y te llevas a todos de calle. Vamos, que te embadurnas del potingue y follas fijo. Ya decía yo que algunas feas ligan mucho, lástima no haberlo descubierto en mi etapa de soltería... El producto en cuestión tiene una versión masculina y otra femenina, así que no desesperéis chicos que no os coméis un rosco, todavía queda una esperanza para vosotros, se llama Hot Men Feromonas y cuesta 35 euros, una ganga si realmente funciona, sobre todo para aquellos que gustan de utilizar los servicios de meretrices y similares. Por cierto, existe también una versión "lesbi" y, al parecer, acaban de sacarla al mercado como ultimísima novedad.

En general, lo que me pareció más curioso de la velada es que tantas mujeres tuviesen que acudir una tienda a domicilio para comprar juguetitos lujuriosos que venden en cualquier sexshop de barrio. Según me contaron después las que se quedaron hasta el final de la reunión, algunas asistentes se gastaron más de 100 euros comprando cosicas. Me parece estupendo, pero también triste porque estoy convencida de que el 70% de las que estaban allí no han pisado un sexshop en su vida y el 90% de las que las que lo habían hecho fue para comprar el típico producto hortera para la representativa despedida de soltera en la que abunda la simbología fálica, y no otros productos para las necesidades propias.

En fin, quitando que lo más barato costaba 15 euros (bueno, nadie dijo que la lujuria fuese una ganga) y que, con las amigas y un par de copas, la diversión está asegurada, sigo pensando que es algo hipócrita reunirse para celebrar una libertad sexual mal entendida, que debe expresarse en pareja y no con “risitas” entre amigas, como si lo que se estuviese haciendo fuese algo vergonzante. Vamos, que lo mejor es ir en pareja (o solo) a una tienda tradicional, donde también te asesoran si preguntas, para elegir conjuntamente los juguetes que más os apetezca probar.

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