domingo, 29 de noviembre de 2009

Plug in Muse



Este fin de semana ha sido una auténtica montaña rusa de euforias y bajonas:

Euforia: toda la ropa de la tienda Custo de Fuencarral al 50%.

Bajona: cola de 20 minutos para entrar. Imposible probarse nada de la cantidad de gente y otros 20 minutos para pagar.

Euforia: el Abel se pone a correr como un loco en Modo Megafan en cuanto entramos al Palacio de los Deportes. Pillamos una muy meritoria tercera fila en la parte de la izquierda (hicimos los deberes estudiando el lugar estratégico donde el cantante pasaba la mayor parte del tiempo durante los conciertos).

Bajona: saber que te quedan por delante 120 minutos en pie sin beber ni mear si quieres guardar la posición (por suerte, si no bebes, no meas).

Euforia: vemos el escaso pero intensísimo concierto de unos Biffy Clyro en estado de gracia, grupo con madera para convertirse en mítico.

Bajona: ocho canciones ramplonas ante una audiencia indiferente, la gente nos miraba raro mientras coreábamos hits de la talla de Who's gotta match o That golden rule.

Euforia: me toca una tipa de 1,40 m. delante en el concierto, voy a verlo al pelo.

Bajona: lleva una coleta, me paso tres horas escupiendo, precisamente, pelos.

Euforia: ver a Muse en su gira más grandilocuente de las tres que hemos presenciado. Un espectáculo audiovisual a la altura de U2, Pink Floyd, Depeche Mode. Sonido impecable, puesta en escena alucinante.

Bajona: los británicos son unos setas, interacción con el público nula y se dejan fuera temas como Bliss o Muscle Museum.

Euforia: hotel en todo el meollo madrileño, en Chueca; bebidas de alta graduación gratuitas cortesía de Renfe; fichados diversos clubs de moda con música guay.

Bajona: a cierta edad, tres horas de concierto son suficiente marcha para una noche y estar a 5 grados en la calle dificulta que los ánimos aumenten.

Euforia: pensar que te vas a pasar el domingo paseando por el rastro aplicando los conocimientos adquiridos durante el curso de fotografía.

Bajona: amanecer en un Madrid lluvioso y percatarse de que las zapatillas que ayer pusiste en el balcón al oreo ahora llevan piscinita incorporada. Darte cuenta de que cargar con la cámara durante todo el fin de semana no ha servido de nada.

Euforia: comernos las ya tradicionales tostadas de pan de molde tamaño king size con mantequilla y mermelada.

Euforia: reencontrarnos con María Graná y que nos de un notición. Enhorabuena!

Euforia: volver en ese Altaria preferente (viva el descuento Renfe!) leyendo lo nuevo de Mauro Entrialgo, cosa que ya es una toda una tradición familiar.

Ha sido un partido reñidillo pero al final ha ganado la euforia, vamos, como en el Camp Nou.

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