sábado, 9 de mayo de 2009

Manifiesto pureta


Siempre han estado entre nosotros, reprochando con altivez o sonriendo condescendientes. Aquí y allá, cuando uno critica en corrillo, aparece con insistencia este ambiguo apelativo: “éste o aquel es un pureta”, advierten los más precavidos, “menudo pureta de mierda estás hecho”, enfatizan otros… Con la intención de arrojar algo de luz sobre la naturaleza de el o la “pureta” hemos recabado a modo de decálogo la información posible, inconexa y desperdigada en su mayoría, para entender mejor el auge de un fenómeno que, si bien se prolonga desde que el mundo es mundo, se multiplica en la actualidad enardecido por las posibilidades infinitas de esta sociedad de la información que nos ha tocado sufrir.

Dentro de la coloquialidad del término, acuñado en ambientes populares de rápida evolución oral, se puede establecer una fijación etimológica relacionada con el gusto por lo antiguo y lo vetusto, la preferencia por el pensamiento clásico en detrimento de otras manifestaciones intelectuales de mayor actualidad. Según otras acepciones algo peregrinas, un pureta o purista puede ser ese tipo o tipa de mediana edad que deja a los niños con sus suegros para irse un domingo a una cata de vinos o que hace concursos con sus amigos para encontrar la tortilla de patatas perfecta. Estas definiciones se quedan cortas ante la imparable mutación del pureta moderno, el que hoy nos ocupa. Es innegable el apego que un pureta desarrolla frente a épocas pasadas, una suerte de nostalgia que si bien está justificada ante, por ejemplo, ese profesor de latín del instituto que no se compró ropa nueva tras la caída de Galerías Preciados en 1994 y se aferra a su pantalón de pana obsoleto a falta de valor para actualizar su vestuario; resulta chocante al ver a un pimpín de veintipocos años reivindicando el socialismo soviético como modo de gestión política deseable o a Elvis Costello como máxima representación de amplio abanico de sonidos denominado Rock&Roll.

El profesor es un pureta generacional, un carca si queréis; el chaval es un pureta vocacional, el sujeto principal de nuestro estudio, un subgrupo social en sí mismo con elementos distintivos y reconocibles que pasamos a enumerar.

1. Acumulación del conocimiento

La arcilla vital, la razón de ser, la base de todo lo que un pureta es reside en su cultivación cultural, o mejor dicho, en la percepción que los demás tienen de ésta. El pureta conoce más que tú, todas las referencias básicas dignas de atención de una corriente cultural concreta y algunas más por si acaso. Las lleva apuntaladas en su maquiavélica cabeza con el inagotable adobe que ha ido generando a base de disputas verbales con otros congéneres. No necesariamente sabe más que tú, pero lo aparentará con vehemencia con el fin de capear cualquier temporal de manera favorable. Para llevar adelante semejante claridad de ideas ante tantos y diversos temas, inevitablemente, debe echar mano de generalidades y de algunos conceptos simplistas y chabacanos. Ésta es la única manera de estructurar semejante batiburrillo. Algunas simplificaciones que pueden ser útiles para impresionar a los no iniciados: “El Quijote es una novela dentro de otra”, “El punk murió en el 77” o “Yo sólo compro vinilos por Amazon”. Estas premisas acompañadas de la convicción verbal correcta suelen dar la batalla por finalizada.

2. Supremacía sistémica

No ha tenido infancia, probablemente ya se pidió el Sgt. Peppers de los Beatles por reyes allá por el 89, tenía claro dónde estaba la crema y nunca perdió el tiempo con zarandajas. Como un cruce entre el T1000 y Kyle XY, el pureta afirma haber nació hecho y derecho, con las cositas claras. Defenderá firmemente la postura de que nunca en su vida erró ni flirteó con los seudoproductos que componen la cultura de masas. Esta utopía, obviamente, es de nuevo fruto de su imaginación, este tipo perdió el culo con el Nevermind de Nirvana como todo hijo de vecino, se montó en el carro de El Viaje de Chihíro cuando le tocó y, por supuesto, leyó ávidamente (eso sí, a solas) Ángeles y Demonios. A pesar de todo, su afán por mostrarse rarito bien le costó una adolescencia difícil, no exenta de bulling y mofas varias. De nuevo, un batiburrillo mental que desembocará en un inmenso complejo de superioridad frente a los demás al cumplir los 25 años. Ahora que está de vuelta de todo adquiere conductas antisociales y desafiantes, como sentarse en medio de un pasillo del Fnac a leerse cualquier cómic europeo. Ahora que sabe defender sus argumentos, su palabra es ley.

3. Desarraigo

El pureta vive en constante desconexión con lo que le rodea, cualquier tiempo pasado fue mejor y eso hace que, incluso lo que le gusta, sea analizado con la lupa del cinismo y el desapego que le proporciona esta distancia crítica. Como aquel que acaba dejar el Delorean mal escondido detrás de unos matorrales, se desenvuelve penoso en un tiempo que no es el suyo. La cultura actual son los jirones de aquella que él conoció y en esta constante desubicación temporal, sólo acierta a establecer paralelismos que destapen a los creadores impuestos: Palahniuk es el hijo bastardo de Carver, Franz Ferdinand lo son de Talking Heads y M. N. Shyamalan, lo propio con Hitchcock. Su punto de referencia es volátil e indeterminado, desde la Nouvelle Vague francesa hasta el Brit Pop de los noventa, solo cumple una máxima, no es ahora. Incluso se dan casos de desarraigo futurista: puretas que sólo se interesan por aquella cultura que aún no se ha creado. Afirman conocer movimientos que se están cocinando justo ahora y canciones que ni el mismo grupo a colgado aún en su Myspace…

4. Desazón

Apenas se cae bien a sí mismo. Términos como alegría o entusiasmo se convierten en férreos archienemigos. Alguna suerte de rebuscado proceso mental les lleva a la conclusión de que disfrutar de la cultura, compartirla o celebrarla es contraproducente frente a su labor como custodios del conocimiento infinito. No es amigo de fanatismos, todo es mejorable excepto aquello que, ya muerto, establece vagamente los límites de una supuesta e inalcanzable excelencia. Consume la cultura con la avidez de un yonki insaciable, pensando en su próximo subidón mientras aún se está metiendo un chute. Lo veréis en todos los saraos dignos de mención, conciertos, exposiciones, facebook meetings… pero nunca disfrutándolos. Estará ahí de pié con una expresión aséptica y crítica en su rostro, urdiendo estrategias para poner a caer de un burro el evento en cuestión, y a todos sus asistentes, en un inminente y desolador post en su blog.

5. Observación no participante

Aferrado a su espíritu crítico, nunca jamás se convertirá en creador. Las miradas de todos sus contemporáneos, a menudo impresionados por su profundo bagaje, serían demasiado inquisidoras para exponer una obra propia. Si alguna vez se atrevió, obtuvo un buen escarmiento. En todo caso, la estrategia normal del pureta es la de comentar crípticamente la existencia de algunas ideas aún en desarrollo, un corto que iba a hacer con un colega, una novela corta que tiene a medio escribir o un proyecto de música electrónica que se le borró del disco duro. Todas estas iniciativas, extrañamente, nunca acabarán por ver la luz.

6. Inconsistencia

La vertiginosa asimilación de conocimientos de dudosa utilidad que se autoimpone le llevan a menudo a contradecirse y reposicionarse. Recurre a los clásicos intocables (Dylan, Bowie, Pink Floyd…) para ahorrarse la incertidumbre de apostar por la actualidad. Se afilió a los Kings of Leon del Because of the times y ahora huye de ellos como de la peste; regaló La melancólica muerte del chico Ostra a una amiga del trabajo poco antes de criticarlo en el magazine literario en el que colabora; y corrió a hacerse con la edición especial dos dvds de 300 para luego tildarla de “fascistoide y pastillera” en su perfil de Filmaffinity.

7. Hermetismo y experimentación

Jugar la baza del desconcierto ante lo desconocido es labor habitual entre nuestros puretas. Cantará las alabanzas de ese nuevo grupo de rock progresivo instrumental formado por 3 bajistas y una caja de ritmos Casio o del disco en Gaélico del cantante de Super Furry Animals en un burdo intento de sublimar lo anecdótico, aunque sea por una tarde. En líneas generales, la curva del proceso de interés del pureta suele marcase de manera opuesta a la voluntad dominante, es decir que tenderá a cero cuando, tras verlos al grupo en cuestión en el Sónar, las visitas en su Myspace superen las 400, entonces ya puede dedicarse a hacer leña del árbol caído y a otra cosa, mariposa. Lo nuevo, lo desconocido, lo raro es siempre una fuente inagotable de inspiración, eso sí, siempre que el pureta pueda establecer la primera conexión, si por el contrario la recomendación es externa, desconfiará y retrocederá, presa del miedo a lo desconocido.

8. Especialización

Todo pureta tiene su territorio, una parcela acotada del conocimiento en la que se hace fuerte. Aunque, como hemos visto, no deje de tener fundamentos hacia todo lo que le rodea, siempre habrá un tema que es mejor no tocarle, una especialización. Tenemos el pureta rockandrollero, el pureta del cine independiente, el de las nuevas tecnologías, el del cómic japonés e incluso el de la creatividad publicitaria (estos son de los peores). En contra de lo que se pueda pensar, dos o más puretas que compartan la misma especialización no tienden a llevarse bien, sino todo lo contrario, la falta de instinto gregario y esa desazón que les identifica les pondrá de nuevo a la defensiva. El pureta disfruta en soledad y critica en público. La única manera de crear vínculos con él es mediante el despellejo de diversas referencias culturales manidas. Algunos tópicos que funcionarán hoy en día: “Muchachada Nui ya no hace gracia”, “La versión cinematográfica de Watchmen no consigue reflejar la fuerza del guión original” o “lo último de Jamiroquai es demasiado mainstream”

9. Lenguaje y pronunciación

Un mecanismo rápido de detección de puretas reside en su manera de hablar, especialmente al escucharle recitar referencias extranjeras con una pedantísima y afectada pronunciación. El pureta se cuidará muy mucho ralentizar su ritmo fonético para darnos a entender que su manera de decir Earth, Wind and fire o Flaming lips es, aunque ridícula, la correcta. Así, nunca verá una película de ‘Johnny Deep’ (Johnny el profundo), sino de ‘Johnny Depp’; mientras que al referirse a la obra cumbre de Francis Ford Coppola hablará de ‘Apocalypse Now’ o ‘Apocalispsis Ahora’, nunca ‘Apocalpsis Now’. Tal vez no arriesgue tanto como para pedir un “guait leibol” con cola (todos tenemos nuestro límite) pero sin duda se delatará al clasificar el ‘Ajgthn baby’ (‘achung beibi’ para los amigos) como el mejor disco de U2.

10. Posología

No nos confundamos, el pureteo no es una pose, no es una tribu urbana ni una moda caprichosa, es una patología mental que destroza hogares y grupos de facebook allá por donde se sufre. Un pureta no elige ser lo que es, no se viste de manera concreta ni tan siquiera tiene por qué manifestarse como un inadaptado social o un freak. Una vez instauradas las gafas de pasta como icono pop, ya no sabremos distinguirlos a simple vista, y necesitaremos de una conversación fructífera para poder establecer el diagnóstico con seguridad.

Si a la luz de estas conclusiones, habéis detectado el mal en vuestro entorno cercano, os aconsejamos no huir de los sujetos en cuestión, lo suyo no es contagioso más allá de la exasperación y el calentamiento de cabeza, consecuencias normales ante su comportamiento. Sean inflexibles pero comprensivos. Díganles que son fans de Fangoria y dejen que se desahoguen un poco; tráiganles algún ejemplar del Cinemanía que puedan destrozar a gusto. Y, ante todo, comprendan que no debe ser nada fácil soportar la carga de ser uno de ellos.

7 comentarios:

James dijo...

Me he leído vuestro post escuchando el 'Hunky Dory' de David Bowie. La música murió en el 71.

Que noooo, que es brooooma...

Bueno, me ha encantado el post, pero la primera pregunta que me surge es: ¿Con quién os habéis peleado? Porque una cosa así no surge de manera espontánea. Debe de haber un detontante, ¿no?

En fin, ya sé que en algún momento me habéis considerado algo parecido a un pureta, pero creo que por fin os disteis cuenta de que como mucho soy un moderno de mierda y que mi boca extiende cheques que mi cultura musical no puede pagar. Tendré alguna cosa en común con vuestro decálogo, pero algo que me da tanto o más asco que a vosotros es el punto 3 ("Desarraigo") y el 4 ("Desazón"). No comparto la actitud poperil de "El primero era mejor", y siempre veneraré a cualquiera que me lo haya hecho pasar bien en una fiesta (ay, Alex Kapranos, que te llevo clavao en el alma).

Hale, enhorabuena otra vez por el post, y recordad que algunos gafapastas os quieren.

B-)

Anónimo dijo...

me ha recordado vagamente a las poses forzadas del corto COOLNESS :)

buen post

Me siento Gif. dijo...

Uyuyuy, que alguno se pone a la defensiva cual gato panza arriba. No será que te das por aludido? tranquilos que a los puretas que conozco ya me he cuidado de darles una dirección falsa del blog.
En cuanto a la mala baba, bueno, ya sabéis que es marca de la casa, de gratis si queréis. En el fondo es una manera de mal esconder el cariño, nosotros somos los primeros en flirtear con el pureteo de vez en cuando, ahora que el decálogo está escito por fin podremos autodiagnosticarnos a tiempo

antono dijo...

Camisa abierta hasta el tercer botón, pelo en pecho y cruz de Caravaca.

Lo genuino, lo genial.

Melocotonazo dijo...

Todos somos puretillas en algo. Vi este video y me acordé de vosotros defendiendo Indiana Jones contra el Abel. True story. http://www.youtube.com/watch?v=MgwyQPvGKA4

Anónimo dijo...

Yo a todo esto le llamo snobismo, y no deja de ser una nueva forma de clásismo, pero con un fondo cultural. Muy frecuente en mi tierra, desgraciadamente.
Gran post.

Anónimo dijo...

Los puretas son adultos patéticos que todavía creen que tienen encanto y belleza para ligar con chicas de veinte. Son asquerosos, y las puretas, otro tanto de lo mismo. LOS ODIO.